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El Papa Juan Pablo II, El Grande, un hombre Santo para todos los tiempos





El "santo súbito!" volverá a resonar entre las multitudes que colmarán la Plaza de San Pedro este 1 de mayo, cuando el inol­vidable Papa Juan Pablo II sea declarado Beato, el paso previo para subir a los alta­res en la Iglesia Católica. Si bien todavía I no se trata de la canonización del Pontífi­ce, sí recibe de esta manera uno de los re­conocimientos más significativos de la Iglesia universal co­mo hombre de Dios y testimonio de fe, valor y libertad pa­ra todos los tiempos y hombres y mujeres de toda raza y condición.
Karol Józef Wojtyla, que toma el nombre de Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 km de Cracovia, Polo­nia, el 18 de mayo de 1920. Era el segundo de los dos hijos de Karol Wojtyla, un militar del ejército austro-húngaro, y Emi­lia Kaczorowska, una joven sileciana de origen lituano.
Se trataba de una familia cristiana bien constituida, cuya fe no fue conmovida por los azares ni las tormentas.
A los 9 años, Karol recibió un duro golpe: el fallecimien­to de su madre al dar a luz a una niña que murió antes de nacer. Años más tarde falleció su hermano y en 1941 murió su padre.
Fue testigo de los horrores de los totalitarismos, primero con el nazismo y luego con el comunismo. Le tocó enfrentar el rostro de la guerra con la llegada de las fuerzas de ocupa­ción nazi, que cerraron la Universidad Jaguellónica de Cra­covia en 1939. El joven Karol tuvo que trabajar en una cante­ra y luego en una fábrica química para ganarse la vida y evi­tar la deportación a Alemania. Esta experiencia le ayudó a co­nocer de cerca el cansancio físico, así como la sencillez, sen­satez y fervor cristiano de los trabajadores y los pobres.
A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cra­covia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Con un grupo de jóvenes organiza­ron una universidad clandestina en donde estudió filosofía, idiomas y literatura y el "Teatro Rapsódico", también clan­destino.
Tras la Segunda Guerra Mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación en Cracovia el 1 de noviembre de 1946.
Seguidamente, fue enviado por el Cardenal Sapieha a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología. Al volver ese año a Polonia, ahora gobernada por un régimen comunista pro-soviético, fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios.
El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo Au­xiliar de Cracovia y el 13 de enero de 1964 fue nombrado Ar­zobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967.
Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962­65), que renovó a la Iglesia, con una contribución importan­te en la elaboración de la constitución Gaudium et spes, el Cardenal Wojtyla tomó parte en todas las asambleas del Sí­nodo de los Obispos.
A la muerte de Juan Pablo I, es nombrado Papa, el prime­ro no italiano en 400 años. Sus primeras palabras tras la elec­ción ante la multitud fueron: "Alabado sea Jesucristo.... No tengáis miedo. Abrid las puertas de par en par a Cristo".

BALUARTE DE LA FE Y LA LIBERTAD
El 13 de mayo de 1981 cae víctima de un atentado en la Pla­za de San Pedro, del cual sobrevive gracias a la intercesión de la Virgen María.
Desde el comienzo de su pontificado, el 16 de octubre de 1978, el Papa Juan Pablo II efectuó 104 viajes pastorales fue­ra de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma visitó 317 de las 333 parroquias romanas.
Se reconoce su trabajo pastoral por la moral, la ética, la di­fusión de los valores cristianos universales, el derecho a la vi­da, la lucha contra el aborto y contra la opresión. Fue el prin­cipal artífice de la caída del comunismo en Europa del Este en 1989, donde él también lo había sufrido en carne propia y don­de él fue el baluarte de la libertad desde su natal Polonia.
Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encí­clicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apos­tólicas y 45 Cartas apostólicas, así como cinco libros: "Cru­zando el umbral de la esperanza" (octubre de 1994); "Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal" (noviembre de 1996); "Tríptico romano - Medi­taciones", libro de poesías (Marzo de 2003); "¡Levantaos! ¡Vamos!" (mayo de 2004) y "Memoria y identidad" (2005).
El Papa peregrino, aclamado por las multitudes a donde iba, fueran católicos, protestantes, ortodoxos, musulmanes y de otras religiones, recorrió su último viaje a la Casa del
Padre el 2 de abril de 2005, entre el lamento y la veneración de millones de personas que colmaron a Roma y los hono­res que le rindieron los principales líderes del planeta.
Ningún otro Papa se ha encontrado con tantas personas como Juan Pablo II: en cifras, más de 17.600.100 peregrinos participaron en las más de 1160 Audiencias Generales de los miércoles. Ese número no incluye las otras audiencias es­peciales y las ceremonias religiosas (más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000) y los mi­llones de fieles que el Papa encontró durante las visitas pas­torales efectuadas en Italia y el resto del mundo.

SIGNO DE PAZ Y FRATERNIDAD
Juan Pablo II visitó dos veces a El Salvador: en 1983, en me­dio de una sangrienta guerra, y en 1996, durante la recons­trucción. En ambos momentos, le pidió a los salvadoreños no tener miedo y abrir las puertas a Cristo.
En la memoria de los salvadoreños están frescas las imá­genes de un hombre paternal, en la explanada de Metrocen-tro, solidarizándose con ellos por los horrores de la guerra fratricida y cantando con la multitud en el Liceo Salvadore­ño el alusivo himno "Pescador de Hombres", que evoca el llamado de Cristo a San Pedro el pescador, el primer Papa.
"Abrid de par en par las puertas a Cristo Redentor".... Per­maneced unidos... Mantened siempre la comunión con vuestros Pastores", exhortó en 1983.
Reflexionó que la fe en Cristo y la misión del sacerdocio "no vale la pena darla por una ideología, por un Evangelio mutilado o instrumentalizado, por una opción partidista".
En su segunda visita, en 1996, confesó que su paso por El Salvador "ha dejado en mí una profunda huella".
"Me llevo el recuerdo de los rostros de tantas personas, llenos de fe y esperanza. Me habéis brindado una cordial hospitalidad, expresión genuina del alma salvadoreña...", les dijo a los salvadoreños.
Juan Pablo II confirmó a los salvadoreños en la fe y los animó a trabajar por la plena reconciliación, viviendo "a la luz de la fe, con el vigor de la esperanza y la generosidad del amor fraterno, sabiendo que, hoy y siempre, Dios os ama!".
El milagro que lleva a Karol Wojtyla a la beatificación es la curación inexplicable para la ciencia de la monja france­sa Marie Simón Pierre, de 51 años, que padecía desde 2001 Parkinson, la misma enfermedad que él tuvo. No obstante, hay catalogados 251 milagros por su intercesión.

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