El dinero no hace a la felicidad. No podemos generalizar pero donde más carencia afectiva suele haber es en las familias con más dinero, ya sea por la falta de tiempo debido a las exigencias laborales o porque disponen de empleados/as que se ocupan de los niños/as. La agresividad, los problemas de conducta o comportamientos vienen de la mano de la falta de estima, de adecuados vínculos afectivos, de la aceptación y reconocimiento por parte de padres y madres, en la primera infancia de sus hijos/as. Lamentablemente las consecuencias se observan en la adolescencia, donde es más difícil la intervención de los progenitores por las características propias de esta etapa, y ya se hace necesaria la intervención de profesionales.
La clave para una vida sana y feliz es tan simple que lo pasamos por alto: amar a nuestros hijos/as, estar cuando nos necesitan, jugar con ellos/as, hablarles en positivo, reconocer cada pequeño logro por más tonto que parezca, establecer límites, ser firmes y coherentes con lo que les decimos y hacemos, mantener nuestra autoridad al mismo tiempo que le demostramos nuestro amor, ser responsables de nuestra función de educar y no delegar en otras personas una tarea que solo nos corresponde a quienes somos padres o madres. No es una tarea fácil, creo que es el trabajo más difícil, complicado y de mayor responsabilidad, solo que a veces no lo queremos/podemos ver de esta forma porque nos desborda o abruma.
No hay más misterios que amar a nuestros hijos/as y estar presentes.
Escrito por Carina Sampo Franco
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