Afrontar la realidad
Entonces, ¿qué puedes hacer para adaptarte a la realidad de convivir con un padrastro o una madrastra? En lugar de preocuparte por el "y si ..." y los cambios inevitables, habla con tu padre o tu madre sobre qué puedes esperar antes de que la nueva madrastra o el nuevo padrastro se una a tu familia. De este modo, podrás estar preparado para lo que se avecina. Por ejemplo, piensa con antelación en cómo vas a llamar a tu padrastro o madrastra. Pregunta sobre tus hermanastros y entérate de si vas a tener que compartir habitación y de otras cosas por el estilo. Pregunta sobre los planes para las vacaciones y sobre quién va a hacer regalos a quién. Si tu casa va a reventar por la cantidad de personas que vivirían en ella, averigua cómo va a afectarte eso a ti y a la habitación previamente desocupada donde sueles escuchar música.
No temas preguntar las cosas conforme se te vayan ocurriendo. Es posible que ni tus padres ni tu padrastro o madrastra hayan pensado en todo lo que les preguntes, por lo que podríais aprovechar la ocasión para explorar las opciones todos juntos. Y, si hay algo que no deseas cambiar en absoluto, intenta negociar. Por ejemplo, si tú y tu padre siempre vais de pesca el Día de Acción de Gracias, pero tu madre ha hecho planes para que ese día lo pases con ella y la familia de su nuevo marido, tal vez no se haya dado cuenta de lo importante que es para ti ir de pesca con tu padre ese día.
¿Y si estás en total desacuerdo con tu padrastro o tu madrastra? Tendrás más oportunidades de salirte con la tuya si te muestras en desacuerdo de una forma respetuosa.
Explica tus sentimientos con calma y de forma racional. Por ejemplo, si tienes un nuevo medio hermano y sientes que siempre se espera de ti que hagas de canguro en el último momento, háblalo con tu padrastro o madrastra antes de que la situación llegue al extremo en que te sientas explotado. Expón tu punto de vista; tal vez tengas que estudiar para un examen o hayas quedado con tus amigos. Luego escucha el punto de vista de la otra parte.
Si estás muy enfadado por algo, puede resultarte difícil no perder el control. Pero, si eres capaz de controlar la rabia y tienes un cuidado especial en escoger un lenguaje respetuoso, será mucho más probable que tu padrastro o madrastra te vea como la persona madura que eres, en vez de como un niño.
Encuentra la forma de conocer más a tu padrastro o madrastra en el día a día. Sugiérele un paseo en bici o ir al cine los dos juntos. Tal vez no sea fácil, pero puedes utilizar las mismas habilidades sociales y de comunicación que usarías para que cualquier persona se sintiera bienvenida. Puede ayudarte recordar que tu padrastro o tu madrastra también se está enfrentando a una situación nueva. Él o ella podrían estar tan nerviosos y confundidos como tú.
Cuenta con que habrá momentos duros. Tú ya sabes que establecer una buena relación requiere tiempo. Tu nueva vida no siempre será un camino de rosas, así que estate preparado para llegar a acuerdos. Lo bueno es que los altibajos asociados al hecho de adaptarse a una nueva situación familiar pueden darte importantes lecciones vitales. Muchas personas miran atrás y se dan cuenta de que, en el proceso de intentar conocer a los nuevos miembros de su nueva familia, aprendieron importantes habilidades sociales (¡y de negociación!).
Recuérdate que cada situación es diferente. No existe ningún guión universal en lo que se refiere a la formación de una nueva familia con miembros procedentes de múltiples direcciones. Estate abierto a todo tipo de posibilidades. Y saborea los buenos momentos. Aunque los cambios son difíciles, también pueden ser buenos.
Tres meses después de que su padre volviera a casarse, Shelly empezó a disfrutar del tiempo que pasaba con él y su madrastra. Era imposible no darse cuenta de lo feliz que estaba su padre, sobre todo cuando hacían cosas los tres juntos. Y, cuando ella necesitaba estar a solas con él, se iban los dos juntos a la cafetería. A pesar de todos los cambios que habían tenido lugar en sus vidas, algunas cosas no cambiaron entre Shelly y su padre, como que él pensara que el capuchino con moca helada tuviera demasiado azúcar y demasiada cafeína para ella y siempre le hiciera pedir otra cosa.
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