RFCatolica Radio online

Click sobre la imagen para abrir el video

Tema: Endulce su matrimonio con los frutos del Espíritu Santo


¿Dulzura o amargura? ¿Qué frutos está produciendo su Matrimonio? (Gálatas 5:22-23)

Un matrimonio, marido y su mujer, escucharon atentamente una conferencia sobre cómo amarse. Sí, escucharon, semana tras semana, mes tras mes. ¡Pero no lo hacían!. El consejero intentaba desesperadamente mostrarles cómo salvar su matrimonio, pero el matrimonio no mejoró sino que empeoró. Esa unión fracasó. Su triste final fue el dolor y la tristeza de un divorcio. ¿Por qué? Tal vez el matrimonio suyo no es tan feliz como debiera ser. ¿Quisiera saber por qué?. A veces pensamos aprovechar la ayuda del Espíritu Santo para superar nuestros pecados, pero no la usamos para superar uno de los pecados más grandes de todos: Un matrimonio desdichado.

Volvamos al primer matrimonio para ver qué nos enseña. Dios dijo en Génesis 2:18ss: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”. Adán se sentía solo. Buscó compañía, aun entre los animales, pero no la halló. Entonces Dios lo hizo caer en un sueño profundo, y tomando una de sus costillas hizo una mujer. Cuando Adán despertó, Dios le presentó a Eva. ¿Cuál fue la reacción del hombre? ¿Fue acaso una afirmación tranquila y serena: “Esto es ahora hueso de mis huesos”. La palabra hebrea para “ahora” es pa’am. Su significado es algo mucho más intenso que un simple “ahora”. Pa’am significa “impulsar” o “mover”. ¡Y Adán estaba conmovido! Ciertamente lo estaba cuando vio a Eva. Era algo así como un volador encendido. Se puso feliz. Pensó que Eva era todo lo que le faltaba para ser dichoso, que era la respuesta a todos sus problemas.

Pero Dios sabía que no era así. Porque no sólo de su cónyuge vive el hombre sino de toda palabra de Dios. Dios, pues, entró en la vida de esta primera pareja y celebró la primera boda. No fue únicamente cuestión de honra sino un ejemplo para todas las parejas futuras. El Creador los casó, pues no podrían alcanzar la verdadera felicidad conyugal si Dios no moraba en ellos (por medio del Espíritu Santo). Es Dios en medio de la pareja, Dios que mora en el esposo y la esposa, lo que crea una unión feliz y duradera.

Lamentablemente, Adán y Eva rechazaron a Dios en su matrimonio. ¿Cómo? Rechazando el árbol de la vida. Si Adán y Eva hubieran escogido el árbol de la vida, su matrimonio habría sido bendecido con todos los frutos dulces y hermosos del Espíritu. Pero escogieron el árbol de la ciencia del bien y del mal. Este árbol trajo a su matrimonio las obras marchitas, cáusticas y amargas de la carne (Gálatas 5:19-21). Sin Dios en su vida, la unión de Adán y Eva se convirtió en una competencia para obtener y quitar el uno del otro. Perdieron su precioso hogar en el Edén (Génesis 3). Ahora bien, ¿cómo anda el matrimonio suyo? ¿Qué árbol está produciendo frutos en su vida conyugal’? La respuesta está en el sabor: dulce o amargo. Usted es el juez. Ciertamente, todos queremos que nuestro matrimonio se endulce, pero ¿cómo promover en él los frutos del espíritu? El arrepentimiento es la clave que nos da acceso al árbol de la vida y a todos sus frutos. Arrepentirse es cambiar. Es dar media vuelta. Y para cambiar, se necesita que nuestra mente esté subyugada y sometida. Hay que sacar el “yo” y los deseos egoístas, porque el egoísmo es el principal enemigo de la felicidad conyugal. El apóstol Pablo se arrepintió y entregó toda su vida a Dios. Hizo morir su mente carnal con el yo y los caminos egoístas. Refiriéndose a su vida escribió: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20).

El arrepentimiento significa la muerte de nuestros caminos egoístas y la sumisión total a Dios. Y es el único camino que lleva al árbol de la vida. Tenemos que alejar el yo para que Dios pueda morar en nosotros por medio de su Espíritu. En nosotros no hay espacio para el yo y para Dios. Uno de los dos tiene que salir. ¡Que sea el yo carnal!. Hagamos lo que nos dice el apóstol Pedro: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
Ahora veamos los frutos del Espíritu que endulzarán su matrimonio. Están enumerados en Gálatas 5:22-23

AMOR

El primer fruto del Espíritu Santo que se menciona es el amor. El amor es más como la vida que como el fruto. Es el canal por el cual se dan todos los frutos. ¿Qué es amor? No es un sentimiento ni una emoción. Tampoco es la sensación que nuestro cónyuge produce en nosotros. Amor es dar. Es el compromiso consciente y voluntario de dar a nuestro cónyuge, aunque nos parezca que no lo merece, y sin esperar nada a cambio. Este amor es sobrenatural. Es lo que inspira a la persona realmente arrepentida y llena del Espíritu haciéndole dar incondicionalmente. Este amor viene solamente de Dios, y El nos lo da para que nosotros demos a nuestro cónyuge por el poder del Espíritu (Romanos 5:5).

Jesús dijo a los fariseos egoístas: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 19:19). Sabía que la única manera de hacerles entender el amor era haciendo alguna referencia al yo. Carnalmente, sólo nos amamos a nosotros mismos. No amamos a nuestro cónyuge salvo de una manera humana, egoísta, quizá sólo sentimental. ¿Quién, pues, amará a nuestro esposo o esposa? ¿Quién le dará los frutos preciosos del Espíritu? ¡Dios en nosotros! Solamente Dios en nosotros puede darle el amor verdadero. Nótese que usted debe dar los frutos del Espíritu Santo a su cónyuge. Usted debe ser algo así como un árbol de vida en su matrimonio. Reflexione. ¿Ha visto algún árbol que consuma su propio fruto? ¡Desde luego que no! Un árbol da fruto para que otros lo coman y lo disfruten. Los frutos del Espíritu que fluyen de usted por el poder del Espíritu Santo son para que los disfrute su cónyuge. Como dijo el sabio rey Salomón: “El fruto del justo es árbol de vida” (Proverbios 11:30).

GOZO

El gozo es el fruto feliz. Endulza todo el matrimonio. El gozo se de fine como una actitud positiva de regocijo y felicidad independientemente de las circunstancias. Sí, el gozo está allí aun cuando haya problemas. Esto requiere el poder constante del Espíritu Santo, no una emoción pasajera. Nuestra mente carnal y egoísta se vuelve automáticamente irritable y negativa cuando las cosas no nos favorecen. Entonces nuestro cónyuge no recibe el fruto dulce del gozo sino el fruto amargo de la tristeza, y el matrimonio empeora. Tan pronto como la mente empieza a sentirse negativa, tenemos que arrepentimos echando fuera esos pensamientos. Luego debemos pedirle a Dios que nos inspire una actitud positiva ante el problema. El gozo es contagioso. ¡Que nuestro gozo irradie de nosotros e inunde a nuestra familia!

PAZ

La paz es el fruto milagroso que trae armonía. Cuando le damos paz a nuestro cónyuge, la relación se vuelve serena y hay cooperación. La paz no es necesariamente ausencia de problemas. Es la capacidad de resolver esos problemas. Ninguno de nosotros es pacífico por naturaleza. Pablo dijo que de nosotros mismos ni siquiera conocemos el camino de paz (Romanos 3:17). Pídale a Dios que le muestre lo poco pacífico que usted realmente es. El le mostrará cómo los esfuerzos que usted hace por “salirse con la suya” crean conflictos. Le mostrará cómo usted ha alterado la paz muchas veces. Cuando Dios le haya desenmascarado su ánimo contencioso, usted tendrá que arrepentirse. Haga a un lado el deseo ardiente de “ganar” la discusión. Puede ganar la discusión a costa de perder su matrimonio. Déjese guiar por el Espíritu pacífico de Dios convirtiendo en acción los pensamientos de paz que Dios nos da. Démosle a nuestro esposo o esposa la “blanda respuesta” que “quita la ira” (Proverbios 15:1). “Vence con el bien el mal”, dijo Pablo (Romanos 12:21). Para pelear se necesitan dos. Para dar el fruto de paz se necesita sólo uno. Demos a nuestro cónyuge el fruto de paz, y que “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7), llene nuestro matrimonio.

PACIENCIA

La paciencia es el fruto que nunca se daña. Por mucho que demos de este fruto, nunca será demasiado. Es un fruto duradero. Nuestra paciencia siempre será de provecho para nuestro cónyuge, y viceversa. Mas la paciencia parece escasear en muchos matrimonios. Esposos y esposas pierden la paciencia con gran facilidad, especialmente cuando uno no le da gusto al otro como éste quiere y cuando éste quiere. Sentimos que la mecha se enciende y estallamos. O bien, ponemos mala cara porque nuestro esposo o esposa no está cambiando a nuestra entera satisfacción, no está creciendo tan rápidamente como quisiéramos o de la manera como quisiéramos. Arrepintámonos de esta actitud egocéntrica, de esta propensión a estallar, y pensemos en el futuro. Cuando sentimos que la mecha se enciende, apaguémosla antes del estallido. Todos tenemos fallas. Entréguese al Espíritu de paciencia. Pablo dijo que el verdadero amor “todo lo soporta” (1 Corintios 13:7).

BENIGNIDAD

La benignidad describe la naturaleza delicada del siguiente fruto. Su pulpa es blanda y tierna. ¿Qué es la benignidad? Benignidad es una delicada sensibilidad a las necesidades del otro. Captada la necesidad, la benignidad la suple con amorosa solicitud. ¡Su cónyuge necesita la benignidad de Dios impartida por medio de usted! Este fruto hará que su cónyuge se sienta seguro y fuerte en su amor. Nuestra sociedad satánica y sádica les ha robado a muchos esposos y esposas su “afecto natural” (II Timoteo 3:3). Hoy la gente cree que benignidad es debilidad. Pero lo cierto es que la falta de benignidad debilita el matrimonio. Examínese a sí mismo. ¿Es benigno con su cónyuge, o es áspero? O mejor aún (si realmente quiere saber), pregúntele al otro. Ya es hora de cambiar, hora de arrepentirse y de sepultar al viejo yo. Promueva al nuevo hijo de Dios en usted: suave, benigno y solícito (Romanos 6:4-5).

BONDAD

La bondad es el fruto más grande de todos. Satisface el hambre de amor como ninguna otra cosa. Bondad es tener un gran corazón. Es dar y hacer por nuestro cónyuge sin restricciones. ¿Qué ha hecho usted por su esposo o esposa últimamente’? No todo lo que podría haber hecho, ¿cierto? Seamos sinceros. Su ser carnal está pendiente de todo lo que su esposo o esposa puede hacer por usted. Todos tenemos nuestro “Amorcito por favor”: Amorcito, por favor hazme esto; Amorcito, por favor tráeme aquello. La próxima vez que esté a punto de pedirle a Amorcito que haga algo, frene y pregúntese: ¿Qué estoy haciendo yo por Amorcito? Entonces arrepiéntase de su actitud egoísta. Levántese y hágalo usted mismo Y ya que se levantó, ¡haga algo por su Amorcito también!. El amor es lo que hacemos, no solamente lo que decimos o “sentimos”. Si entregamos nuestra voluntad a Dios, El inspirará actos de bondad para con nuestro cónyuge.

FIDELIDAD

La fidelidad es un fruto que dará confianza e inspiración a nuestro esposo o esposa. La fidelidad es dedicación y lealtad. Pero es más aún: Es dar ánimo y seguridad. ¿Hemos estado produciendo frutos de fidelidad’? ¿Es usted fiel a su esposo o esposa? ¡Claro que si!, responderá. Pero ¿en su mente’? ¿Ha permitido que sus pensamientos se detengan en alguna otra persona? Dios Todopoderoso dice que un pensamiento infiel ya es adulterio (Mateo 5:28). Cuando esos pensamientos lascivos llegan a su mente, arrepiéntase quitándolos y remplazándolos con pensamientos agradables sobre su esposo o esposa. ¿Y el ánimo? ¿Le inspira usted valor y ánimo a su cónyuge? ¿Está dispuesto a edificar, o a destruir’? Es muy fácil criticar y ver las fallas del otro. ¡Que el fruto de nuestra lengua sean palabras de ánimo y encomio! Busque lo bueno y positivo en el otro y bríndele este fruto. Cuando su cónyuge esté desanimado, ofrézcale el fruto de la fidelidad que anima. Cuando la esposa o el esposo quieran darse por vencido, el fruto confiado de la fidelidad le ayudará a seguir adelante.

MANSEDUMBRE

La mansedumbre es un gran fruto en un pequeño paquete. Es el más pequeño pero el más poderoso de los frutos. La mansedumbre es el espíritu de humildad. El esposo o esposa realmente humilde comprende su pequeñez delante de Dios Todopoderoso y vive “estimando a los demás como superiores a él mismo” (Filipenses 2:3). ¿Cómo es la actitud suya? ¿Se siente superior a su esposo o esposa’? ¿Qué reflejan sus acciones? Si su actitud ha sido de orgullo y superioridad, ha llegado el momento de cambiar. Ha llegado el momento de humillarse delante de Dios y de su cónyuge. No permita que el orgullo sea un obstáculo a la felicidad matrimonial. Esposos, sométanse al Espíritu de Dios que los lleva a poner sus esposas por encima de ustedes mismos. Si, ellas no son inferiores. Dios creó tanto a la mujer como al hombre a imagen suya (Génesis 1:27). Alguno protestará: ¿No dijo Pedro que la esposa es el “vaso más frágil”? Sí, pero no en el sentido en que muchos lo toman. En 1 Pedro 3:7 Pedro dijo que los esposos deben vivir “dando honor a la mujer como a vaso más frágil”. Nótese que Pedro habla de honrar. Esta palabra le da un enfoque positivo a todo el versículo. Pablo habla de un vaso que estructuralmente es más débil pero que es de gran estima y valor. La esposa podría compararse con una pieza finísima de cristal, delicada y hermosa. El cristal se pone en una vitrina. Se estima. Estructuralmente, podríamos comparar al esposo con un “vaso más fuerte”. Tal vez usted tenga en casa una vieja sartén de hierro, que es el “caballo de trabajo” de su cocina. Quizá la ha usado muchos años, tantos que ya parece indestructible. ¿Cuál de las dos piezas es más valiosa? ¡Ninguna de las dos! Cada una es superior a la otra en cuanto al propósito que cumple. Si cada miembro de la pareja estimara al otro como superior a sí mismo, los dos se tratarían con más respeto. No habría sentimientos ni acciones de superioridad o inferioridad. Produzcamos el fruto de mansedumbre en nuestra viña. Pongamos en alto a nuestro cónyuge. ¡Que este fruto diminuto pero poderoso traiga verdadero éxtasis a su matrimonio!

TEMPLANZA

La templanza es el fruto, en la punta de la rama. Este regula el sabor, el crecimiento y la producción de los demás frutos. También somete y destruye las tendencias carnales y egoístas. Estos frutos del Espíritu no crecen ni se brindan automáticamente. Nuestro matrimonio no va a mejorar en forma automática. Esto es algo que requiere esfuerzo. Tenemos que controlar nuestra mente carnal activa y conscientemente cada momento de nuestra vida. Y tenemos que pedir la ayuda del Espíritu de Dios sometiéndonos a su inspiración a fin de poder producir los frutos del Espíritu para nuestro cónyuge. Es hora de actuar Usted puede acrecentar la felicidad de su matrimonio con la ayuda del Espíritu Santo. Ya hemos hablado bastante. Ha llegado la hora de actuar. Es hora de que usted le dé un viraje a su matrimonio, remplazando la amargura con dulzura. “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gálatas 5:16). Satisfaga a su cónyuge con buen fruto. ¡Endulce su matrimonio con los frutos del Espíritu

0 comentarios:

Publicar un comentario

Agrega tu comentario

ENCUENTRANOS EN NUESTRA FANPAGE