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¿Qué tipo de mujer-esposa-madre-trabajadora eres tú? |
“La tarea específica de las mujeres en épocas de cambio es procurar que no sean olvidados los componentes naturales de la sociedad: los seres humanos.”(1)
En esto de la mujer-esposa-madre-trabajadora (dentro o/y fuera de casa) no es todo blanco o negro; hay un sinfín de matices grises, tantos como mujeres y circunstancias. Ya lo decía Ortega y Gasset en aquella famosa expresión: «Yo soy yo y mi circunstancia (familiar, culturar, empleo, vivienda, movilidad geográfica, habilidades intelectuales, momento histórico, ambiente, cualidades, defectos…), y si no la salvo a ella no me salvo yo»
De ahí que no podemos, me parecería una osadía por nuestra parte, comparar a una con otra, juzgar, y mucho menos, imponer nuestro criterio sin tener el corazón y la mente abierta. Sí, sí, han oído bien, un corazón muy abierto, muy grande y muy generoso. Puesto que muchas veces las cosas no son como las percibimos.
En estos tiempos que corren el modelo de mujer-esposa-madre-trabajadora ha cambiado. Es más, podríamos decir que ha supuesto una verdadera revolución que reclama cambios estructurales en las instituciones políticas, económicas, culturales y sociales. “La sociedad está hecha por seres humanos que nacen, se educan y aprenden el arte de la humanidad, del trabajo y de fraternidad, en la familia natural, formada por un hombre y una mujer que se esfuerzan por amarse y tienen a sus hijos como prioridad en sus vidas. Por ello está revolución dejará en pie a las sociedades que legislen primando el valor del ser humano, especialmente de aquellos más necesitados; que promuevan y apoyen la familia natural donde los padres puedan libremente y sin angustias económicas, elegir el número de hijos, y ofrecerles el cuidado que necesita su educación; la sociedad que vuelva a valorar la maternidad femenina como uno de los hechos que más realiza a la mujer, como nunca lo hará la adquisición de un bien económico”.(2)
“En lugar de preguntar “¿Cómo encaja la maternidad en mi vida?” debemos animar a nuestras hijas a preguntar: “¿Cómo ajustar mi vida a la maternidad? Aspirar a tener una familia es un objetivo que debe ser exaltado, no censurado."(3)
Y para ello, todos, mujeres y hombres, tenemos un gran desafío por delante: un análisis profundo de lo que significa ser mujer (la grandeza de la dignidad y su maternidad), y como no, su aportación indiscutible en el ámbito familiar, laboral y social. Una mujer como igual pero diferente, distinta pero complementaria al hombre. Una mujer que se sabe portadora de un privilegio – su maternidad- del que la humanidad sale beneficiada, y por ello, le corresponde unos derechos, como muy bien señala J.Haaland Matláry (4): El derecho de tener el apoyo de la sociedad, el derecho a la no interferencia en la vida reproductiva, el derecho a una vida laboral sin discriminaciones, y el derecho a educar a los propios hijos.
Dicho esto, lo que de verdad necesitamos son soluciones que se adapten a las necesidades reales. Las mujeres no debemos demostrarnos nada a nosotros mismas. Las mujeres han trabajado, trabajan y trabajaran SIEMPRE dentro o fuera de casa. Por lo tanto, todos debemos reivindicar- con orgullo y por justicia-, condiciones políticas, económicas, legislativas y administrativas que reconozcan la maternidad, protejan a la familia, y flexibilicen las condiciones de trabajo para las mujeres, no solo para humanizar el mundo laboral, sino para compatibilizar el papel de madre y de trabajadora.
“Es urgente alcanzar en todas partes la efectiva igualdad de los derechos de la persona y por tanto igualdad de salario respecto a igualdad de trabajo, tutela de la trabajadora-madre, justas promociones en la carrera, igualdad de los esposos en el derecho de familia, reconocimiento de todo lo que va unido a los derechos y deberes del ciudadano en un régimen democrático.
Se trata de un acto de justicia, pero también de una necesidad. Los graves problemas sobre la mesa, en la política del futuro, verán a la mujer comprometida cada vez más: tiempo libre, calidad de la vida, migraciones, servicios sociales, eutanasia, droga, sanidad y asistencia, ecología, etc. Para todos estos campos será preciosa una mayor presencia social de la mujer, porque contribuirá a manifestar las contradicciones de una sociedad organizada sobre puros criterios de eficiencia y productividad, y obligará a replantear los sistemas en favor de los procesos de humanización que configuran la « civilización del amor ».(5)
En la actualidad, son muchas las mujeres que quieren compaginar- ¿Y por qué no?- su trabajo con la maternidad sin tener que renunciar a ser madres –trabajadoras fuera de casa. Y también son muchas las que se ven obligadas a decidir entre su vida laboral o familiar, puesto que las necesidades económicas, el miedo a perder su empleo (conocido también como “mobbing maternal”), o a no encontrarlo; y por supuesto, los horarios inhumanos que hoy vivimos, hacen difícil, muy difícil, encontrar un equilibrio adecuado para la dedicación de la mujer al trabajo y a la familia.
De lo que se trata, sencillamente, es que todos queremos ser mejores de lo que somos y trabajar mejor de lo que lo hacemos y, además, que la gente que nos rodea reconozca nuestra valía humana y profesional. No podemos ignorar que “cuando elegimos amar el trabajo que desempeñamos, todos los días podemos alcanzar el máximo de felicidad, sentido y satisfacción”(6) . El maravilloso trabajo de la mujer-esposa-madre-trabajadora (dentro o/y fuera de casa) no tendría sentido sin fundamentarse en esta sencilla y a la vez, tan difícil regla: Poner el corazón en lo que hacemos, pensando en los beneficios que nuestra actitud aporta a los demás.
Dicho esto, me gustaría compartir un bosquejo de “tipología” en el que intento clasificar, con mayor o menor acierto, a los distintos tipos de las actuales mujer-esposa-madre-trabajadora. Estoy segura que más de una se encontrara reflejadas en alguna de ellas. Sin embargo, antes de nada, quisiera dejar constancia de que las mujeres SIEMPRE han sido “mujeres-esposas-madres- trabajadoras” a tiempo completo. Nadie puede dudar que, la gran mayoría de ellas han ejercido, durante “24 horas al día, 365 días al año de enfermeras, psiquiatras, profesoras, gerentes, administradoras, secretarias, psicólogas, negociadoras, cocineras, limpiadoras,… sin haber recibido por ello reconocimiento social ni económico alguno.
—— 1.Sigrid Undset, Las mujeres y las guerras mundiales, Oslo, 1918 2.Nieves García, Revolución silenciosa: mujer y trabajo, Mujer Nueva, 22-7-2005 3.Tasha Kheiriddin, Feminism’s second-wave hangover, National Post (Canadá) 8 de marzo de 2011. 4.J.Haaland Matláry, El tiempo de las mujeres. Notas para un Nuevo Feminismo, Rialp,2000 5.Juan Pablo II, Carta a las mujeres, n.4
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¿Qué tipo de mujer-esposa-madre-trabajadora eres tú? (II) 1.Mujer-esposa-madre-trabajadora en casa a tiempo completo
“Ama de casa " y me siento muy orgulloso de ello, y estoy bastante segura de que ninguna mujer se sentiría humillada por dicho título. Cuando uno combina las demandas de llevar una casa con el cuidado y la crianza de niños, hay que estar tan preparado, que yo diría que clasificada entre las profesiones más demandantes del mundo (...) un hogar bien llevado y unos niños bien criados son más importantes que un negocio bien llevado (…) Más gente es afectada por el trabajo de una madre y ama de casa, que cualquier negocio o empresa, sin importar qué grande sea ésta” La mujer-esposa-madre-trabajadora en casa a tiempo completo NUNCA pasará de moda, y aunque son cada vez menos, es un orgullo y un privilegio del cual, afortunadamente, he podido gozar durante años.
Se trata de mujeres que pasan totalmente desapercibidas. Su trabajo es invisible, nunca termina, es de gran valía para el conjunto de la familia y la sociedad. “…si es cierto que el ser humano debe ser el centro y el corazón de toda sociedad y también es cierto que la familia constituye el entorno especial en el que la persona crece y desarrolla sus capacidades individuales y sociales, entonces es necesario asegurar que la tarea de la familia a ese respecto sea reconocido e incluso promovido por la sociedad. Y no puede dejarse la familia sola en esta tarea inmensa: las políticas públicas y la sociedad civil deben apoyar el trabajo que se lleva a cabo en el hogar con más decisión” Son las llamadas “marujas” o “mujeres-florero”. Y no porque lo sean, sino porque se tiene la impresión de que el trabajo en el hogar no tiene valor porque no está remunerado y porque no tiene repercusión social porque se desarrolla entre las cuatro paredes de la casa. De hecho, la sociedad las humilla, se mofan de ellas y las infravalora, a pesar de desempeñar su trabajo con gran profesionalidad. Pero “por mucho que degrademos lo doméstico, la palabra hogar todavía denota refugio, confort, seguridad, amor”.
Son mujeres con estudios, la mayoría universitarios, que han ejercido su profesión antes de ser madres, y que deciden –libre y voluntariamente- abandonar su puesto de trabajo -en muchos casos haciendo un gran sacrificio personal, y por supuesto, profesional-, para dedicarse al cuidado de sus hijos, la atención a los ancianos, los enfermos y los incapacitados, para ocuparse de las labores domésticas y/o anteponer la proyección profesional de sus maridos, ofreciéndole un 100% de disponibilidad en su vida laboral. “El trabajo de las mujeres que eligen el trabajo de ama de casa es procurar el bienestar de su familia, creando un ambiente familiar acogedor y estando en todo momento al servicio de ellos. Es una labor sumamente importante, ya que este trabajo consiste en darse a los demás para contribuir eficazmente al bien familiar, contribuyendo de esta forma también al bien social”.
Yo misma, durante años me he encontrado en este maravilloso grupo de mujeres y no me siento una “maruja” por ello. Es más, estoy muy orgullosa de haber tomado esa decisión en aquel momento. No me sentí victima por ello, ni dominada, ni minusvalorada. Al contrario. Este cuidado prioritario de mis hijos y de mi hogar me dio muchas satisfacciones.
Es verdad, que el trabajo de la mujer-esposa-madre-trabajadora en casa a tiempo completo parece sencillo, y no tiene reconocimiento social ni económico; incluso parece que pueda hacerlo cualquiera. La soledad de la mujer, la invisibilidad de sus quehaceres, la incomprensión, las jornadas laborales de 24 horas al día, sin el más mínimo reconocimiento social ni económico, la indiferencia y el desprecio por su trabajo son heridas que van mermando las maravillosas contribuciones que la mujer aporta a la familia y a la sociedad. Pero, ser madre, educar a unos hijos y llevar una casa en buenas condiciones para que funcione correctamente es una ardua y eficiente tarea que tiene precio. El trabajo doméstico, hecho día a día,requiere conocimientos y preparación específicos, y una dedicación de tiempo seria; es decir, que reúnen las condiciones para ser reconocidos como una profesión.”
De hecho, “una profesión es una ocupación que se caracteriza por tres rasgos. En primer lugar, una profesión tiene una base común de conocimientos teóricos y las habilidades prácticas que pueden o no pueden ser certificadas por un título o algún tipo de reconocimiento oficial. Esencialmente, que tiene un cuerpo común de conocimientos . En segundo lugar, una profesión tiene un compromiso ético que va más allá de lo que podríamos llamar un código de ética. (…) Por lo tanto, si confiamos en un profesional es porque creemos que él o ella va a poner nuestros intereses ante él o de ella. Ese es el compromiso ético. En tercer lugar, una profesión tiene algo de tipo de organización global(…)de acuerdo con las reglas y normas de la profesión. (…) En este punto debemos preguntarnos si la definición de profesional puede ser aplicado a las amas de casa”.
Por eso, es necesario que sean ellas mismas las que valoren su trabajo, donde desempeñan un papel insustituible como eje familiar que organiza y dirige el hogar. No se puede permitir que la sociedad discrimine el trabajo doméstico. Para evitarlo, es imprescindible que las mujeres dejen de avergonzarse y valoren y transmitan lo importancia de su trabajo”.
Es verdad que “algunos trabajos considerados en sí mismos pueden resultar poco atractivos y gratificantes pero, como sucede en todo, el logro de un objetivo da sentido y sabor a todas las fases intermedias de su realización. Un artista, un escultor, un pintor, mientras realiza su obra de arte, pasa por momentos en los que se ensucia con un poco de yeso o de pintura y podrá experimentar cansancio, pero el pensamiento de su obra no sólo le lleva a no desistir, sino que hace amable aquello que a los ojos de un extraño parece molesto. Y cuando la obra de arte no es un objeto, sino la misma felicidad de las personas, ¿quién se atreverá a decir que no vale la pena? (…) El trabajo en el hogar, dado que a quien más beneficia es a la familia, debe adquirir una mayor importancia para la sociedad, y sobre todo, para las instituciones mediante apoyos que fomenten su reconocimiento. “
Caroline Sanderson, miembro del equipo de Home Renaissance Foundation, destaca los estudios de Mary Hunt , cuyo trabajo compara las competencias necesarias en el mercado laboral y en la gestión de un hogar que señala : “planteamos que las competencias directivas más importantes –planear, organizar, dirigir y supervisar– son totalmente necesarias en la gestión efectiva de un hogar. En su práctica se incluyen además práctica de gestión del tiempo, delegación y multitarea. Las competencias interpersonales de comunicación, trabajo en equipo, inteligencia emocional y flexibilidad necesitan aplicarse constantemente en el hogar, si se trata de lograr un entorno más sostenible en el micro nivel familiar. Dada la vital importancia del entorno familiar para formar familias sanas y sociedades sanas, deberíamos examinar con más atención la naturaleza de las destrezas y conocimientos necesarios para la gestión sostenible del hogar, para luego promover formas de desarrollar esas competencias en los que trabajan en el hogar” Pero ser mujer-esposa-madre-trabajadora en casa a tiempo completo no significa estar siempre en casa ocupadas en cosas del hogar. En nuestra vida de familia el saber es importante, el saber hacer es indispensable y el querer hacer es determinante. A estas tres áreas los anglosajones las llaman «know», «know how» y «want».
Por este motivo, es importante, y muy enriquecedor, buscar tiempo para dedicarlo a realizar alguna actividad intelectual, cultural, solidaria, o simplemente, darse un tiempo para sí misma. A fin de cuentas, “dependiendo de su capacidad de trabajo y de su situación familiar, la mujer puede considerar incluso como su obligación, realizar alguna forma de trabajo en la sociedad en que vive —ya sea a través de la labor profesional, de la ayuda voluntaria a los demás o de otro tipo de trabajo personal— y abrir su hogar a los demás. Está claro que, el bien de su familia es la primera prioridad, tanto para la madre, como para el padre. Asimismo, hay que tener presente que la educación de los hijos exige más creatividad, flexibilidad e iniciativa que casi cualquier trabajo fuera de la casa” En definitiva, como señalaba Juan Pablo II , férreo defensor de la mujer trabajadora, la mujer ama de casa, la mujer madre, la mujer esposa,.. : “Se debe recordar todo lo que (las mujeres) han hecho, a menudo en silencio y con discreción (…) A la luz de los magníficos testimonios del pasado, la Iglesia manifiesta su confianza en lo que las mujeres pueden hacen hacer hoy en favor del crecimiento de la esperanza en todas sus dimensiones. Hay aspectos de la sociedad europea contemporánea que son un reto a la capacidad que tienen las mujeres de acoger, compartir y engendrar en el amor, con tesón y gratuidad. (…) La Iglesia no deja de alzar su voz para denunciar las injusticias y violencias cometidas contra las mujeres, en cualquier lugar y circunstancia que ocurran. Pide que se apliquen efectivamente las leyes que protegen a la mujer y que se establezcan medidas eficaces contra el empleo humillante de imágenes femeninas en la propaganda comercial, así como contra la plaga de la prostitución; desea que el servicio prestado por la madre, del mismo modo que por el padre, en la vida doméstica, se considere como una contribución al bien común, incluso mediante formas de reconocimiento económico” .
“Y qué decir también de los obstáculos que, en tantas partes del mundo, impiden aún a las mujeres su plena inserción en la vida social, política y económica? Baste pensar en cómo a menudo es penalizado, más que gratificado, el don de la maternidad, al que la humanidad debe también su misma supervivencia. Ciertamente, aún queda mucho por hacer para que el ser mujer y madre no comporte una discriminación. (…) Se trata de un acto de justicia, pero también de una necesidad. Los graves problemas sobre la mesa, en la política del futuro, verán a la mujer comprometida cada vez más: tiempo libre, calidad de la vida, migraciones, servicios sociales, eutanasia, droga, sanidad y asistencia, ecología, etc. Para todos estos campos será preciosa una mayor presencia social de la mujer, porque contribuirá a manifestar las contradicciones de una sociedad organizada sobre puros criterios de eficiencia y productividad, y obligará a replantear los sistemas en favor de los procesos de humanización que configuran la « civilización del amor ».
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III. ¿Qué tipo de mujer-esposa-madre-trabajadora eres tú? (III) 2. Mujer-esposa-madre-trabajadora dentro/fuera de casa o “doble jornada”.
Ser miembro de este grupo no es nada fácil. Y menos en los últimos meses de curso. El trabajo, los actos académicos de fin de curso de tus hijos, la organización del verano, los mil planes que con el buen tiempo vuelven a estar en tu agenda familiar, celebraciones familiares, y por supuesto, la astenia primaveral… hace estragos – una ya tiene sus añitos- en la salud física y psíquica. No es que quiera utilizar estas excusas para acallar a los que me apremian a actualizar mis artículos con la frecuencia a la que les tengo acostumbrados. Es, simple y llanamente, la realidad de mi vida...y la de otras muchas mujeres que como yo son esposas-madres-trabajadoras dentro/fuera de casa o “doble jornada” que se deja la piel compaginando su vida familiar, profesional, y social día tras día.
De este tipo de mujeres ya me he referido en muchos de mis artículos anteriores. Por lo que, voy a dar solamente unas pinceladas amparándome en las palabras del Génesis: “Tomó, pues, el Señor Dios al hombre (y a la mujer) y le dejó en al jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase”. Esta es la tarea para la que el hombre (y por tanto, también la mujer) fue creado. Esta era su vocación: cuidar, labrar, disfrutar, dignificar y mejorar el buen funcionamiento del paraíso, de la creación de Dios. Depende del hombre (y de la mujer) que se mantenga perfecto y bello. Un trabajo en equipo, activo y responsable en el que, cada uno, en su situación y en su quehacer diario, pone su grano de arena para enriquecer a la humanidad.
No cabe duda que la presencia de las mujeres en el mundo laboral, económico, político, cultural y social, aportando sus características típicamente femeninas, es de gran riqueza para la sociedad. Una valiosa contribución, perfectamente lícita y muy válida, “¡por el hecho mismo de ser mujer!” Pues como ciertamente afirmaba San juan Pablo II: “Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas”.
“La mujer está llamada a llevar a la familia, a la sociedad civil, a la Iglesia, algo característico, que le es propio y que sólo ella puede dar: su delicada ternura, su generosidad incansable, su amor por lo concreto, su agudeza de ingenio, su capacidad de intuición, su piedad profunda y sencilla, su tenacidad... La feminidad no es auténtica si no advierte la hermosura de esa aportación insustituible, y no la incorpora a la propia vida.
Para cumplir esa misión, la mujer ha de desarrollar su propia personalidad, sin dejarse llevar de un ingenuo espíritu de imitación que —en general— la situaría fácilmente en un plano de inferioridad y dejaría incumplidas sus posibilidades más originales. Si se forma bien, con autonomía personal, con autenticidad, realizará eficazmente su labor, la misión a la que se siente llamada, cualquiera que sea: su vida y su trabajo serán realmente constructivos y fecundos, llenos de sentido.”
Ante todo, no podemos obviar que mujeres y hombres, ambos, iguales en dignidad, en derechos y en oportunidades; pero a la vez, distintos y complementarios, “hemos recibido la misión de cuidar juntos del mundo y de hacerlo progresar… con igual responsabilidad, con aportaciones adecuadas al propio genio, hemos de trabajar juntos por una sociedad mejor. Las cualidades masculinas y las femeninas se necesitan mutuamente, para realizar esta tarea colectiva. En definitiva, sólo se alcanza el bien común —común a todos, hombres y mujeres— mediante un trabajo conjunto”.
De ahí que no quiera referirme en este apartado, al grupo de mujeres que deciden trabajar fuera de casa, no solo para progresar con éxito en su tarea profesional , sino más bien “por necesidad”, aunque les gustaría, en algún momento puntual de su maternidad, pertenecer al grupo de mujer-esposa-madre-trabajadora en casa a tiempo completo.
La gran mayoría de ellas necesitan, como todos, de un trabajo remunerado para mantener la familia. Su sueldo es imprescindible para complementar el de su marido: ¡Hay que pagar el alquiler, el agua, la luz, la guardería de los niños,…. Y con un solo sueldo no se llega… ni haciendo malabarismos! Eso sin mencionar que la mayoría (desgraciadamente, tan real como la vida misma, especialmente las más jóvenes que comienzan en el mundo laboral) se ven atrapadas en la sinrazón de elegir entre ser madres o permanecer en su puesto de trabajo. La combinación mujer-marido-niños-trabajo fuera de casa no es sencilla. Y muchas de ellas cuando salen de casa hacia el trabajo lo hacen con un sentimiento de culpa, de estrés, de ansiedad, la falta de sueño, que las acompañará durante todo el día. Pero no por ello, su eficacia, su competitividad, sus responsabilidades, y su buen hacer en el trabajo se ve mermada, sino al contrario: son más eficientes que algunos de sus compañeros. ¡Se juegan la vida, y el pan de su familia, en ello! Al fin y al cabo, saben que si no ponen la cabeza en sus deberes profesionales, no solo su situación en la empresa se tambaleará sino que puntuará negativamente a la hora de encontrar o acceder a un nuevo puesto de trabajo.
Lo que nos lleva a preguntarnos: ¿A cuánto está el kilo de valor emocional, económico, intelectual y productivo de la Mujer-esposa-madre-trabajadora , llamémoslas “por necesidad”? “Para que el trabajo agregue valor a la familia y la familia agregue valor al trabajo es necesario que ambos mundos no se opongan entre sí; que se desenvuelvan armónicamente sin que uno se realice en desmedro y perjuicio del otro, conciliándose y complementándose. La conciliación es el antecedente a todos los demás elementos que componen la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres y ella se logra mediante la corresponsabilidad.
La corresponsabilidad es el reconocimiento de la responsabilidad compartida entre padre y madre, hombre y mujer, en el cuidado de los hijos y adultos mayores, en las labores del hogar y en el sustento económico de la familia. En el siglo XXI los roles se comparten, ambos ayudan en áreas que antes estaban radicadas sólo en el hombre o en la mujer, y juntos, contribuyen al desarrollo del otro, de sus familias.”
Padre, madre, hijos, todos juntos, forman un equipo. Sin la implicación y colaboración de todos al 100% la casa no funciona. Del carro del hogar, que es de todos, tienen que tirar todos compartiendo la responsabilidad. Cada uno con el tiempo del que dispone, y aportando lo mejor de cada uno. “La familia, ciertamente, no es una tarea exclusiva de la mujer. Pero aun cuando el varón muestre su responsabilidad y compagine adecuadamente sus tareas profesionales y familiares, no se puede negar que la mujer juega un papel sumamente importante en el hogar. La específica contribución que aporta allí, debe tenerse plenamente en cuenta en la legislación y debe ser también justamente remunerada, bajo el punto de vista económico y sociopolítico (Cf. Juan Pablo II: Encíclica Laborem exercens, (14.IX.1981), n. 19). La colaboración para elaborar esta legislación deberá considerarse mundialmente no sólo como derecho, sino también como deber de la mujer”.
Ciertamente, las cosas han cambiado, aunque todavía hoy, hay quien se empeña en ver, a nivel profesional, lo que limita a la mujer y no lo que aporta. Crear una nueva cultura, un trabajo conjunto, de hombres y mujeres, de complementariedad y conciliación, de razón y sentimiento, convierte las estructuras familiares, laborales y sociales más ricas en humanidad.
De ahí que las empresas y las administraciones deberían tomarse en serio medidas para sensibilizar a la sociedad y atraer el talento de las mujeres creando un entorno adecuado con tiempo para el trabajo, los hijos, el cónyuge, la familia,… Para eso habrá que: flexibilizar horarios, reducir la jornada laboral, ofrecer la oportunidad de otras modalidades de trabajo(por ejemplo, trabajar desde casa en momentos puntuales), garantizar el puesto de trabajo tras una baja o excedencia por maternidad, ofrecer guarderías en la propia empresa o cerca del lugar de trabajo, , establecer las reuniones de trabajo a horas que no perjudiquen en exceso a las madres, o alarguen sus jornadas de manera innecesaria, tener un sueldo digno que compense el tiempo que dejas de dedicar a tu familia, mejorar la participación paterna, … en fin, una larga lista de tareas a realizar de las que , estoy segura de ello, nos beneficiaremos todos.
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