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Tema: La cizaña y la gangrena o ¿qué actitud adoptar ante las situaciones matrimoniales irregulares?

La actitud del dueño es la de la esperanza fundada en la certeza de que el mal no tiene ni la primera ni la última palabra. Y, gracias a esa paciente esperanza de Dios, la misma cizaña, es decir, el mal corazón lleno de pecados, al final puede volverse gr
 
La cizaña y la gangrena o ¿qué actitud adoptar ante las situaciones matrimoniales irregulares?
La cizaña y la gangrena o ¿qué actitud adoptar ante las situaciones matrimoniales irregulares?
Hay dos imágenes bíblicas para explicar cuál debe ser la actitud del cristiano frente al misterio del mal que parece prosperar en el mundo. La cizaña y la gangrena. Las dos guardan un cierto parecido, pero difieren en aspectos interesantes.

La parábola de la cizaña sirvió a Jesucristo para enseñar a los discípulos varias verdades fundamentales: que el mal no procede de Dios, sino del Maligno, y por lo tanto no tiene la última palabra; que ante el mal conviene aprender de la paciencia de Dios. "Los siervos querían arrancar enseguida la mala hierba -explicaba el papa Francisco en la homilía del Angelus del pasado domingo-, pero el dueño lo impide, «no sea que, recogiendo la cizaña, arranquéis también el grano» (Mt 13,29). Porque sabemos que la cizaña, cuando crece, se parece tanto al grano, que hay peligro de confundirla" (Domingo 20 de julio de 2014).

La imagen de la gangrena, en cambio, parece sugerir una actitud contraria. De los diversos tipos de gangrena que se conocen el peor es producido por una bacteria llamada clostridium perfringens que "tiene una actividad prodigiosamente rápida. Es muy importante recordar que, cuando se produjo una fractura expuesta, dejó en los primeros momentos de ser emergencia traumatológica para convertirse en urgencia infectológica" (Wikipedia). Muchas veces la única solución consiste en amputar el miembro necrosado y el corte se realiza en la parte sana.

La parábola de la cizaña parece poner en juego uno de los principios propuestos por el Papa Francisco en la exhortación Evangelii gaudium: el tiempo es superior al espacio. Los trabajadores del campo querían resolver rápidamente el problema arrancando la mala hierba para poder salvar la cosecha. La presencia del mal provoca una reacción muy lógica y justificada: la de atajar el mal para impedir que se extienda. Sin embargo, el dueño del campo les hace ver que no se trata de una buena solución: no es posible distinguir con claridad la cizaña del trigo, por lo que es preferible esperar el momento de la cosecha.

En cambio, la imagen de la gangrena invita a considerar la aplicación de otro de los principios del Papa:"el todo es mayor que la parte", es decir, la vida del organismo es más importante que la de cualquiera de sus miembros. Enseñó Jesús en el sermón de la Montaña: "si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatelo y arrójalo de ti, porque más te vale perder uno de tus miembros que dejar ir todo tu cuerpo al infierno. Y si tu mano derecha te escandaliza, córtala y arrójala de ti, porque más te vale perder uno de tus miembros a que todo tu cuerpo vaya al infierno" (Mt 5, 29-30).

La virtud de la prudencia y el discernimiento evangélico permiten aplicar una u otra imagen y principio, según las circunstancias. Aquí sólo nos interesa establecer algunos criterios prácticos que puedan servir a quienes están dispuestos a secundar la invitación del Papa Francisco de que todos los fieles católicos lleven adelante "una pastoral en clave de misión" (EG 33). Salir a las periferias existenciales es tanto como disponerse a entrar en contacto con el mal que abunda en el mundo. Ahora bien, cuando hablamos de las situaciones matrimoniales irregulares estas dos imágenes explican perfectamente las dos actitudes pastorales con que se pretende afrontarlas.

Es evidente que -sea cual sea la actitud o principio que se aplique- el evangelizador nunca debería dar la impresión de que es indiferente ante el pecado. Lo recordaba el Papa Francisco este domingo: "la paciencia evangélica no es indiferencia al mal; ¡no se puede crear confusión entre bien y mal! Ante la cizaña presente en el mundo, el discípulo del Señor está llamado a imitar la paciencia de Dios, alimentar la esperanza con el apoyo de una inquebrantable confianza en la victoria final del bien, o sea, de Dios".

En uno de los post que escribí hace unas semanas cometí una imprudencia, puesto que algunos lectores -espero que no muchos- llegaron a pensar que para mí no había ninguna diferencia entre el concubinato y el matrimonio. Esa precipitación tan propia del estilo rápido y vivo de los blogs fue la ocasión de tratar una serie de cuestiones realmente importantes y sobre todo de poner sobre el tapete que existen dos actitudes del cristiano ante la realidad: una que lleva a juzgar a las personas y a las situaciones exclusivamente desde la ley divina y eclesiástica; otra que lleva al discípulo de Cristo a acercarse a las personas con respeto y disposición de servicio, sin prejuicios, para proponer el Evangelio de la salvación.

Ya lo he explicado en distintas ocasiones, pero bueno será repetirlo: desde la exhortación apostólica Familiaris consortio el magisterio ha cambiado radicalmente de actitud respecto a las allí llamadas "situaciones matrimoniales irregulares". Hay muchos que sólo saben distinguir dos realidades: el matrimonio y el concubinato. Para ellos, las cosas serían así, blancas o negras, y no distinguirían los grises. Son las posiciones típicas de la ideología que tiende a dividir la sociedad entre posiciones contrapuestas e irreconciliables.

¿Qué diferencia existe entre una "situación matrimonial irregular" y un concubinato? Algo elemental y muy sencillo: el término pastoral nuevo supone la voluntad de poner en claro la existencia de una irregularidad jurídica en virtud de la cual el fiel que ha incurrido en ella se encuentra sujeto a una disciplina que limita sus derechos eclesiales. ¡Quien está en situación irregular no está unido en un válido matrimonio, pero eso no significa que se condene a esas personas desde el punto de vista moral! Precisamente el uso de esa terminología pretende evitar eso: nadie debe juzgar a quien se encuentra en situación irregular.

¿Por qué no se debe juzgar nadie?

Porque la actitud pastoral correcta deriva de la enseñanza de Cristo transmitida en la parábola de la cizaña y del trigo y no de la imagen de la gangrena. Estoy realmente cansado de oír hablar de los fieles que se encuentran en estas situaciones en términos negativos, sino despectivos. Al entender que no sólo existe una irregularidad jurídica sino una "situación de pecado", muchos fieles quieren mostrar así -con la dureza de los comentarios- su actitud clara ante el mal. En la medida en que estas situaciones se multiplican peligrosamente, esa actitud también se agudiza: al igual que el médico al ver el miembro gangrenado, el fiel celoso de la doctrina pretende así cercenar el miembro enfermo para que no contamine a los sanos.

Pero aquí no estamos en un supuesto en que quepa hablar de la imagen de la gangrena, sino más bien de la enseñanza de la parábola de la cizaña. También aquí conviene aplicar varias enseñanzas bíblicas que se desprenden de ella: los hombres juzgan según las apariencias y sólo Dios ve el corazón del hombre; en un momento concreto, no es fácil distinguir desde el punto de vista moral dos situaciones que desde el punto de vista jurídico están perfectamente delimitadas. Lo que "ahora" te parece un matrimonio magnífico, pasado no mucho tiempo resultaba ser sólo una mera apariencia legal que cubría no sólo una vida vacía de amor sino incluso depravación moral. Y al contrario, lo que "ahora" juzgas como situación irregular pasado un tiempo descubres que ha sido "sanado en la raíz" mediante decreto del ordinario del lugar.

¿Cuesta entenderlo? Sí, lo admito, cuando se considera que el matrimonio es una institución legal creada por el ordenamiento jurídico, es decir, por el poder jerárquico. En cambio, si se piensa que el matrimonio es constituido por el consentimiento de los esposos, que son los ministros del Sacramento y que han recibido el poder de Dios, entonces el problema se disuelve: sin el reconocimiento eclesial dado por la autoridad legítima, la unión del hombre y de la mujer bautizados no podrá constituir un matrimonio válido, pero siempre será posible "esperar" que ese reconocimiento se produzca más tarde si se dan las circunstancias oportunas. Son dos actitudes pastorales radicalmente distintas.

Son muchas las aplicaciones de estas dos imágenes bíblicas a la vida de la Iglesia y la actividad de los fieles católicos. Conviene pedir al Espíritu Santo que ilumine las inteligencias y disponga los ánimos para acertar y proceder siempre con caridad y justicia. Si no estamos dispuestos a cambiar la actitud pastoral, es posible que hagamos trabajar inútilmente al Paráclito.

Terminamos este post con gran enseñanza del Papa Francisco en la ya citada homilía: "La actitud del dueño es la de la esperanza fundada en la certeza de que el mal no tiene ni la primera ni la última palabra. Y, gracias a esa paciente esperanza de Dios, la misma cizaña, es decir, el mal corazón lleno de pecados, al final puede volverse grano bueno".

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