Fiesta (Sábado)
La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fue fijada el 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino, el cual se cierra con la Dormición, en agosto. En Occidente fue introducida hacia el siglo VII y era celebrada con una procesión-letanía, que terminaba en la Basílica de Santa María la Mayor.
El Evangelio no nos da datos del nacimiento de María, pero hay varias tradiciones. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala Nazareth como cuna de María.
Sin embargo, ya en el siglo V existía en Jerusalén el santuario mariano situado junto a los restos de la piscina Probática, o sea, de las ovejas. Debajo de la hermosa iglesia románica, levantada por los cruzados, que aún existe -la Basílica de Santa Ana- se hallan los restos de una basílica bizantina y unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una vivienda que se ha considerado como la casa natal de la Virgen.
Esta tradición, fundada en apócrifos muy antiguos como el llamado Protoevangelio de Santiago (siglo II), se vincula con la convicción expresada por muchos autores acerca de que Joaquín, el padre de María, fuera propietario de rebaños de ovejas. Estos animales eran lavados en dicha piscina antes de ser ofrecidos en el templo.
La fiesta tiene la alegría de un anuncio premesiánico. Es famosa la homilía que pronunció San Juan Damasceno (675-749) un 8 de septiembre en la Basílica de Santa Ana, de la cual extraemos algunos párrafos:
"¡Ea, pueblos todos, hombres de cualquier raza y lugar, de cualquier época y condición, celebremos con alegría la fiesta natalicia del gozo de todo el Universo. Tenemos razones muy válidas para honrar el nacimiento de la Madre de Dios, por medio de la cual todo el género humano ha sido restaurado y la tristeza de la primera madre, Eva, se ha transformado en gozo. Ésta escuchó la sentencia divina: parirás con dolor. A María, por el contrario, se le dijo: Alégrate, llena de gracia!
¡Oh feliz pareja, Joaquín y Ana, a ustedes está obligada toda la creación! Por medio de ustedes, en efecto, la creación ofreció al Creador el mejor de todos los dones, o sea, aquella augusta Madre, la única que fue digna del Creador. ¡Oh felices entrañas de Joaquín, de las que provino una descendencia absolutamente sin mancha! ¡Oh seno glorioso de Ana, en el que poco a poco fue creciendo y desarrollándose una niña completamente pura, y, después que estuvo formada, fue dada a luz! Hoy emprende su ruta la que es puerta divina de la virginidad. De Ella y por medio de Ella, Dios, que está por encima de todo cuanto existe, se hace presente en el mundo corporalmente. Sirviéndose de Ella, Dios descendió sin experimentar ninguna mutación, o mejor dicho, por su benévola condescendencia apareció en la Tierra y convivió con los hombres".
Si pensamos por cuántas cosas podemos hoy alegrarnos, cuántas cosas podemos festejar y por cuántas cosas podemos alabar a Dios; todos los signos, por muchos y hermosos que sean, nos parecerán tan sólo un pálido reflejo de las maravillas que el Espíritu de Dios hizo en la Virgen María, y las que hace en nosotros, las que puede seguir haciendo... si lo dejamos.
La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fue fijada el 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino, el cual se cierra con la Dormición, en agosto. En Occidente fue introducida hacia el siglo VII y era celebrada con una procesión-letanía, que terminaba en la Basílica de Santa María la Mayor.
El Evangelio no nos da datos del nacimiento de María, pero hay varias tradiciones. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala Nazareth como cuna de María.
Sin embargo, ya en el siglo V existía en Jerusalén el santuario mariano situado junto a los restos de la piscina Probática, o sea, de las ovejas. Debajo de la hermosa iglesia románica, levantada por los cruzados, que aún existe -la Basílica de Santa Ana- se hallan los restos de una basílica bizantina y unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una vivienda que se ha considerado como la casa natal de la Virgen.
Esta tradición, fundada en apócrifos muy antiguos como el llamado Protoevangelio de Santiago (siglo II), se vincula con la convicción expresada por muchos autores acerca de que Joaquín, el padre de María, fuera propietario de rebaños de ovejas. Estos animales eran lavados en dicha piscina antes de ser ofrecidos en el templo.
La fiesta tiene la alegría de un anuncio premesiánico. Es famosa la homilía que pronunció San Juan Damasceno (675-749) un 8 de septiembre en la Basílica de Santa Ana, de la cual extraemos algunos párrafos:
"¡Ea, pueblos todos, hombres de cualquier raza y lugar, de cualquier época y condición, celebremos con alegría la fiesta natalicia del gozo de todo el Universo. Tenemos razones muy válidas para honrar el nacimiento de la Madre de Dios, por medio de la cual todo el género humano ha sido restaurado y la tristeza de la primera madre, Eva, se ha transformado en gozo. Ésta escuchó la sentencia divina: parirás con dolor. A María, por el contrario, se le dijo: Alégrate, llena de gracia!
¡Oh feliz pareja, Joaquín y Ana, a ustedes está obligada toda la creación! Por medio de ustedes, en efecto, la creación ofreció al Creador el mejor de todos los dones, o sea, aquella augusta Madre, la única que fue digna del Creador. ¡Oh felices entrañas de Joaquín, de las que provino una descendencia absolutamente sin mancha! ¡Oh seno glorioso de Ana, en el que poco a poco fue creciendo y desarrollándose una niña completamente pura, y, después que estuvo formada, fue dada a luz! Hoy emprende su ruta la que es puerta divina de la virginidad. De Ella y por medio de Ella, Dios, que está por encima de todo cuanto existe, se hace presente en el mundo corporalmente. Sirviéndose de Ella, Dios descendió sin experimentar ninguna mutación, o mejor dicho, por su benévola condescendencia apareció en la Tierra y convivió con los hombres".
Si pensamos por cuántas cosas podemos hoy alegrarnos, cuántas cosas podemos festejar y por cuántas cosas podemos alabar a Dios; todos los signos, por muchos y hermosos que sean, nos parecerán tan sólo un pálido reflejo de las maravillas que el Espíritu de Dios hizo en la Virgen María, y las que hace en nosotros, las que puede seguir haciendo... si lo dejamos.
El nombre de María
Su belleza, amada de Dios, estrella del mar, señora y también el de iluminada. Todo depende de las múltiples interpretaciones que se hagan de las palabras que forman el nombre, tanto en griego como en hebreo.
Incluso hay quien cree que puede significar "mar amargo", por la situación de amargura en que vivía el pueblo de Israel. Recuerda que muchos israelitas ponían a sus hijos los nombres que más expresaran las situaciones sociales y económicas en que vivían.
También es importante destacar que en 1683, el Papa Inocencio XI declaró oficial una fiesta que se realizaba en el centro de España durante muchos años y que es la del "Dulce nombre de María".
Se cuenta que la primera diócesis que celebró oficialmente la fiesta fue la de Cuenca. Pero, la onomástica del "Dulce nombre de María" tiene fecha propia, y es la del 12 de septiembre. Es bueno que sepas que hay muchas "Marías" que celebran su fiesta durante este día y no el 15 de agosto.
Muchos santuarios marianos de todo el mundo celebran su fiesta el 8 de septiembre. La mayoría son aquellos que basan su historia en la tradición de que la imagen que se venera ha sido hallada por casualidad por un animal -normalmente suele ser un toro- o por una pastorcilla. Es el caso de santuarios catalanes como el de Montserrat, Núria, el Tura, o el de Maritxell de Andorra. Hay otros templos que, a pesar de que no tienen esta tradición, aprovechan la festividad de la Natividad de María para hacer una conmemoración festiva.
Obtenemos noticias sobre la Virgen Madre de Dios y de la Iglesia:
De las fuentes de la Revelación: Palabra de Dios escrita (Sagrada Escritura) y Palabra de Dios transmitda de viva voz a través de todas las generaciones (Tradición).
- En la Biblia, en el Antiguo Testamento, nos habla de la Virgen de manera misteriosa. En el Génesis aparece íntimamente llegada a la promesa del Redentor inmediatamente después del pecado de nuestros progenitores, así como Eva estaba íntimamente ligada con Adán en la comisión de ese pecado. Las palabras de Yahvé: " Yo pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te aplastará la cabeza mientras tú te abalances a su calcañal " (Gén 3, l5), nos hacen ver a Cristo con María triunfando sobre el demonio tentador. En las personas bíblicas de Rut, Judit, Ester, así como en la Esposa de los Cantares y, sobre todo en la Hija de Sión, se ha visto vislumbrada la figura de María, así como en múltiples textos de los libros sapienciales, que la Iglesia recibe en su liturgia mariana. Así también aparece, según el mismo entender de los santos padres, la figura del misterio de la Virgen Fecunda en la nube que el profeta Elías divisara desde el Monte Carmelo, y que se convirtió en abundante lluvia (l Re l8, 44), con grandes beneficios para la tierra de Israel esterilizada tras larga sequía.
- En el Nuevo Testamento aparece María aureolada de una sobriedad maravillosa que hace más admirables y llenos de frescor natural los relatos. En los Sinópticos (Evangelios de San Mateo, San Marcos y San Lucas), especialmente en San Lucas, se nos manifiesta la presencia histórica de María en los hechos de la Infancia del Señor. El Evangelio de San Juan nos complementa, por decirlo así, la Mariología del Nuevo Testamento con el relato detallado del papel espiritual de María en las Bodas de Caná y al pie de la Cruz del Señor, en el Calvario. (Jn 2,l2, l9,25-27)
- Los Hechos de los Apóstoles nos completan la figura neotestamentaria de María, describiéndonos su presencia en la naciente Iglesia del Cenáculo y Pentecostés y, por fin, en el Apocalipsis se vislumbra, según la constante interpretación de la Iglesia en sus Santos Padres y en la Liturgia, el misterio de la gloria de María.
- La Tradición segunda gran fuente de la Palabra de Dios revelada, nos presenta a María, bien sea a través de las decisiones de los concilios y de los Sumos Pontífices acerca de sus diversos misterios, o bien en los comentarios de los Santos Padres y escritores eclesiásticos, así como también en las manifestaciones de la arqueología, del arte cristiano de todos los tiempos, y de la liturgia.
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