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La Natividad de María - Capitulo II





Dios prepara la Maternidad Divina de María
Dios planeó desde toda la eternidad toda la obra admirable de la Encarnación del Verbo como culminación de la creación del Universo; y como quiera que en la mente sapientísima de Dios cabía simultáneamente la previsión del mal del hombre y de su restauración por medio del mismo verbo revestido de carne mortal, dentro de toda esta visión divina estaba también con preponderante papel, la persona y la misión de María Madre del Verbo hecho carne. Así, pues, la razón misma de ser de la Virgen María estaba en los designios del Altísimo aun antes del tiempo, en su carácter de Madre del Verbo Encarnado.
Nosotros pensamos y proyectamos, pero muchas veces nuestros proyectos, por hermosos y hacederos que parezcan, permanecen en la ineficacia; no ocurre así con Dios, cuyo poder no tiene límites. De ahí que, al pensar Dios desde toda la eternidad en María, Madre de su Hijo Unigénito hecho carne, confiera a esta elegida un carácter muy específico para su existencia. Por eso podemos concluir que la elección de María no es el escoger una persona determinada para una misión específica, sino la predestinación desde antes de los siglos de una Madre para Jesucristo.
La liturgia de la Iglesia dedica con insistencia a la Madre del Señor en sus festividades los textos de los libros sapienciales en los que aparece la Sabiduría, o la Esposa, en la mente de Dios desde antes de los tiempos:
"Desde el principio y antes de los siglos me creó, y para la eternidad viviré " (Ecl 24, 9)
"Yahvé me creó en el comienzo de sus designios, antes de sus obras más antiguas. Desde la eternidad fui constituida, desde el comienzo, antes del origen de la tierra."
"Cuando el abismo no existía, fui yo engendrada, cuando no había fuentes ricas en aguas. Antes que los montes fueran fundados, antes de las colinas fui yo engendrada " ( Prov 8, 22-25 )
Estas expresiones son aplicables a la Madre de Dios.
En la Bula "Ineffabilis Deus" de Pío IX leemos cómo "El Dios inefable, habiendo previsto desde toda la eternidad la lastimosísima caída de todo el género humano por la transgresión de Adán, decretó la primera obra de su bondad en el misterio oculto desde los siglos, por medio de la encarnación del Verbo.
"Es pues, la elección y predestinación de María algo íntimamente unido al decreto de la Redención que había de realizarse por el Verbo tan unido, que, concluye el Papa Pío IX, el destino de la Virgen fue preestablecido en un mismo decreto con la Encarnación de la Divina Sabiduría."
Esta predestinación de Nuestra Señora, desde la eternidad, para ser Madre de Dios, empieza a realizarse con el tiempo. He aquí cómo lo expresa el Concilio Vaticano II:
" El benignísimo y sapientísimo Dios, al querer llevar a término la redención del mundo, cuando llegó la plenitud del tiempo, envió a su Hijo hecho de mujer... para que recibiésemos la adopción de hijos (Gál 4 4-5)
El cual por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación descendió de los cielos, y se encarnó por obra del Espíritu Santo de María Virgen." (Credo de la Misa: Símbolo de Constantinopla)
Este misterio divino de salvación se nos revela y continúa en la Iglesia, a la que el Señor constituyó como su Cuerpo y en ella los fieles, unidos a Cristo, su Cabeza, en comunión con todos sus santos, deben también venerar la memoria "en primer lugar, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo" (Canon de la Misa. Concilio Vaticano II: Constitución Apostólica "Lumen Gentium", capítulo VIII n.52).
Inmaculada Concepción de María
Si en el orden de la intención divina, lo primero y primordial es la destinación de María a ser Madre de Dios, en la ejecución temporal de esos designios de la economía de Dios, el primer momento corresponde a la Concepción Inmaculada de María.
Consiste este singular privilegio de Nuestra Señora en haber sido excluida por especial bondad de Dios, y en previsión de los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, de la común suerte de los hijos de Adán que, después del pecado de este, que llamamos pecado original nacen todos privados de la gracia de Dios.
María fue, pues, redimida, pero de una manera especialísima: si nosotros somos salvados del pecado después de haber incurrido en él, la Virgen Santísima fue preservada de caer en el mismo pecado. Como hija de Adán tenía que correr esta misma suerte que nosotros, pero, como quiera que estaba destinada desde toda la eternidad a ser el Tabernáculo en el que estaría encerrado el Verbo antes de nacer en carne humana, y la Casa de Dios, según estaba escrito, debe ser siempre santa, era necesario que desde el primer instante de su existencia, desde la misma concepción, fuera "digna mansión del Hijo de Dios".
El ángel Gabriel dijo a la Virgen: " Llena de Gracia".
Mas para que esta salutación, pronunciada en nombre de Dios, suma Verdad, fuera verdadera en todo momento y en toda su extensión, era preciso que en todo momento estuviera María inmune de culpa original, puesto que la plenitud de gracia exige carencia total y absoluta de todo lo que es pecado. La Iglesia ha Visto también siempre en el misterio de la Concepción Inmaculada de María la verificación plena del anuncio hecho por Dios en el Paraíso:
"Yo pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te aplastará la cabeza mientras tú te abalances a su calcañal" ( Gén 3, l5)

La iconografía cristiana nos da un dato elocuente de la convicción del pueblo creyente de este privilegio singular de la Virgen, al presentar tan insistentemente la imagen de Nuestra Señora pisoteando una serpiente que a su vez trata de retorcerse y morderle el talón.
La Concepción Inmaculada de María es para los católicos un dogma de fe, definido el 8 de diciembre de l854 por Su Santidad el Papa Pío IX con estas palabras: "Para honor de la santa e individua Trinidad, para gloria y ornamento de la Virgen Madre de Dios, para exaltación de la fe católica y acrecentamiento de la religión cristiana, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles ".
Este privilegio de la Virgen era ya tenido por cierto en la Iglesia desde la más remota antigüedad, bien sea en la fe implícita de los primeros siglos, de la que dan testimonio San Efrén, Siro, San Ambrosio, San Agustín, etc., como en la fe explícitamente confesada antes del siglo XI con innumerables testimonios de los Padres de la Iglesia y demás escritores eclesiásticos que exaltan la pureza virginal de la Madre de Dios.
Un reflejo de esta fe era la fiesta de la Concepción de la Bienaventurada Virgen, celebrada ya en el siglo VIII en Oriente.



Efectos de la Concepción Inmaculada
Al ser concebida María sin pecado original, también debería quedar inmune de los efectos de ese pecado en la naturaleza humana, como son:
La pérdida de la gracia, del derecho al cielo y de la inmortalidad. 

La concupiscencia o mala inclinación al pecado en la carne, ignorancia en el entendimiento, fragilidad en la voluntad, enfermedades y muerte corporal. 


Por consiguiente, sus facultades corporales sensitivas y espirituales conservaron la más admirable armonía, sin manifestación alguna de desorden ni concupiscencia; su entendimiento gozó de espléndida lucidez, su voluntad siempre sujeta a la recta razón y a la voluntad de Dios, y, en fin, su derecho a la inmortalidad y a la incorrupción corporal.
Sin embargo, María sufrió y murió, en virtud de la solidaridad con Cristo que también había de padecer y morir, no como efecto del pecado, sino como medio de expiación del mismo.

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