Sinopsis: Debemos vivir la navidad en familia, pues ella hace parte del plan divino para nuestra salvación. El mejor villancico es la música de los corazones que unidos alaban a Dios.
La noche de Navidad es una noche cuya gloria no se cansa de cantar la Iglesia (Catecismo, No. 525). No es una noche cualquiera. Afirma el Catecismo de la Iglesia Católica que:
"Todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio hasta el día en que... fue llevado al cielo" (Hch 1,1-2) hay que verlo a la luz de los misterios de Navidad y de Pascua." (Número 512)
En Navidad se conmemora el hecho de la encarnación del Hijo de Dios (Jn 1, 14) en cumplimiento de promesas largamente esperadas por la humanidad.
"El ángel anunció a los pastores el nacimiento de Jesús como el del Mesías prometido a Israel: "Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor" (Lc 2,11). Desde el principio él es "a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo" (Jn 10,36), concebido como "santo" (Lc 1,35) en el seno virginal de María. José fue llamado por Dios para "tomar consigo a María su esposa" encinta "del que fue engendrado en ella por el Espíritu Santo" (Mt 1,20) para que Jesús "llamado Cristo" nazca de la esposa de José en la descendencia mesiánica de David (Mt 1,16; Cf. Rm 1, 3; 2 Tm 2, 8; Ap 22, 16)." (Catecismo de la Iglesia Católica, número 437)
Según Pablo, se trataba de la plenitud de los tiempos (Gal 4, 4).Y ocurrió dentro de una familia, la Sagrada Familia. El calor humano que recibió a Jesús fue el de sus padres, María y José.
La familia está indiscutiblemente ligada a la historia de la salvación (los lazos de los patriarcas con sus familias son claves para entender el plan de Dios, la salida de Egipto es precedida por la pascua en familia, el primer mensaje de la Iglesia a los no judíos es a una familia creyente, etc.), y la noche de Navidad recordamos aquel evento ante todo familiar, donde la unión era por sí misma mensaje para el mundo, porque la unidad es absolutamente necesaria para su supervivencia (ver Mc 3, 25).
La llegada de Jesús tuvo como preámbulo la invitación a la conversión de Juan el Bautista, la cual resuena con toda su vigencia hoy en día (Lc 3, 3-14), en especial en el tiempo previo a la Navidad, el tiempo de Adviento (ver "Navidad" en este site). Cuando Jesús nace, unos pastores reciben el anuncio del acontecimiento por medio de un ángel, y luego ocurre algo maravilloso:
"De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan a Dios con estas palabras: “Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: ésta es la hora de su gracia.”" (Lc 2, 13-14; la famosa frase "paz a los hombres de buena voluntad" pertenece a la traducción de la Vulgata del mismo pasaje)
Los pastores fueron a Belén, y encontraron a la Sagrada Familia (Lc 2, 18), contaron lo que les había ocurrido y se volvieron al campo alabando a Dios (Lc 2, 20). Nosotros deberíamos hacer actualmente algo análogo. El mismo verbo griego que usa Lucas para el acto de alabar de los pastores (doxazo) es usado por San Pedro para describir la alegría sienten los que aman a Jesucristo:
"Ustedes lo aman sin haberlo visto; ahora creen en él sin verlo, y nadie sabría expresar su alegría celestial al tener ya ahora eso mismo que pretende la fe, la salvación de sus almas." (1 Pe 1, 8-9)
Porque navidad es el momento familiar donde nace Jesús, nuestra experiencia humana correctamente nos invita a pasar esa época en familia, sin embargo, navidad es más que una excusa para reunirse. Debe promover en nosotros un espacio para el nacimiento del Salvador en nuestros corazones, que el Espíritu Santo está presto a llenar del amor de Dios (Rm 5, 3-5). No es un evento lejano de hace miles de años en Palestina, sino uno cercano que representamos con un pesebre al modo que comenzó San Francisco de Asís.
Afirma, con toda razón, la Constitución Pastoral "Gaudium et Spes" , del Vaticano II, que
"El bienestar de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar"(47, 1)
Nosotros entonamos villancicos para hacer un débil eco de los cantos de los ángeles la noche en que Jesús nace del purísimo vientre de María, pero en Navidad deberíamos como familia entonar un canto nuevo como pide el salmista:
"Entonen para él un canto nuevo, acompañen la ovación con bella música" (versículo 3 del salmo 33, salmo que pide a los justos festejar y alabar al Señor; ver también los salmos 96, 1; 98, 1; 144, 9, o Is 42, 10, entre otros textos).
¿Cómo hacer eso? El mejor villancico que podemos entonar al Señor es la espiritualidad traducida en la música de nuestros corazones marchando armónicamente en la comunidad familiar, concéntrandonos en esa tarea en lugar de abandonarnos a borracheras y cosas mundanas, tal como pidió Pablo a la comunidad de Efeso:
"No se emborrachen, pues el vino lleva al libertinaje; más bien llénense del Espíritu. Intercambien salmos, himnos y cánticos espirituales. Que el Señor pueda oír el canto y la música de sus corazones." (Ef 5, 18-19)
Ese sí es un canto nuevo para recibir al Señor. Y debería ser nuestra meta lograrlo. En familia.
"El Principio de la Sabiduría es el temor a Dios; los insensatos desprecian la Sabiduría y la enseñanza"
(Proverbio 1:7) Bendiciones...
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