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El matrimonio no es algo fugaz como un caramelo


«El matrimonio también es un camino de educación emotiva y sentimental de la persona, porque no todo en esta vida dura lo que un caramelo». Lo escribe “L’Osservatore Romano” para criticar «las propuestas para reducir los tiempos legales para el divorcio». Porque, según el periódico vaticano, «no son una solución burocrática para aliviar las fatigas
y los afanes de la separación a una generación que ha conocido muy pocas verdaderas fatigas». «Más bien, se trata del derrumbe del último tabú».

El periódico vaticano indica que nos condenamos de esta forma a «una sociedad psicológicamente grácil y voluble, acostumbrada a evadir las propias decisiones y a relativizar como sea las propias responsabilidades». «Las cosas –en práctica– no duran por una propiedad intrínseca, sino que duran porque nacieron, crecieron y maduraron con nosotros: se convierten en parte de la vida misma, tanto que matarlas después es un poco como matarse». En definitiva: «decir que sí a un vínculo que no prevé atajos simples significa no solo cultivar la esperanza de una felicidad duradera, sino mandar una señal que tiene un fuerte impacto pedagógico para una generación que no ha sido advertida de los propios actos extemporáneos», porque siempre se pueden arreglar, siempre se pueden reescribir.

Según “L’Osservatore Vaticano”, los que aplauden el llamado “divorcio exprés” son, antes que conformistas, educadores débiles.

En el mismo número del periódico vaticnao se publicó una nota del nuevo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, monseñor Gerhard Ludwig Müller, en el que comenta el discurso del Papa Ratzinger en Ratisbona en septiembre de 2006. Recuerda que «la pluralidad relativista y el secularsimo vienen al encuentro de ese hombre que quisiera vivir sin Dios para no tener que someterse a algunas reglas, reglas que derivan justamente del hecho mismo de ser hombre». Según el nuevo teólogo alemán, una «discusión sin este punto de referencia desorienta al hombre: sin el dominio liberador de Jesucristo, lo que constituye esencialmenta al hombre se vuelve una farsa. Vacío de consistencia, el hombre se vuelve un monstruo, terror de los que no son capaces de defenderse. Los ejemplos –concluye– son evidentes: los millones de abortos, la investigación sobre las estaminales embrionales, la eutanasia...».

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