En la familia también se producen cambios con la adolescencia del hijo. Supone una crisis anunciada por la presencia de las características de la etapa evolutiva: confusión y ruptura, cambios y nuevas necesidades, revisión de normas y límites, dificultades para crecer y acercarse a la madurez, crisis de la polaridad dependencia-independencia, aceptación de lo diferente y dejar crecer...
Se atraviesa en ella un período de transición que supone el cambio de las identificaciones logradas durante la infancia a la diferenciación que culmina en la consolidación de la identidad personal.
Durante la adolescencia del hijo, la familia tiene que afrontar cambios en la estructura familiar ya que el adolescente vive más hacia fuera que hacia dentro de la familia y en este sentido pueden señalarse algunos rasgos que dan una idea de cuanto acontece en este ciclo vital.
Flexibilización de los límites
Es necesaria por cuanto que los establecidos durante las etapas infantiles necesitarán un reajuste ante las nuevas necesidades. Este cambio afecta, por ejemplo, cuando los hijos van creciendo y han de responder de manera diferente a las necesidades personales, sociales o familiares que se les van imponiendo. Si los límites durante la infancia son muy reducidos, en etapas posteriores (adolescencia y juventud) han de ampliarse. De lo contrario el hijo se encontrará incómodo y pueden aparecer conductas de rebeldía que complicarán enormemente la relación y la convivencia.
Crisis de valores
Consecuencia inevitable del cambio que hay que introducir por las nuevas exigencias y elección de referencias en torno a las que hacer elecciones de distinta naturaleza.
En este sentido es frecuente encontrarse con que los hijos “discuten”, “ponen en duda”, “critican” y hasta “rechazan” aquellos valores que han recibido de los padres hasta un determinado momento de su vida. Este fenómeno no tiene ningún sentido peyorativo o negativo, ya que es el fruto natural de un crecimiento intelectual y una consecuencia de la acentuación del espíritu crítico que va creciendo con la edad.
Revisión de reglas
Es un paso inevitablemente necesario dado que las reglas válidas en una etapa evolutiva han de ser replanteadas para asegurar la permanente evolución de cada persona.
Esta revisión se da siempre que hay que llegar a nuevos acuerdos sobre los modos de funcionar de la familia y que, por los cambios operados en la misma, ya no resultan convenientes. Entran ahí, por ejemplo, reglas respecto a horarios de convivencia familiar (comida, cena, fines de semana...), horarios de ocio (tiempo libre de cada cual, salidas nocturnas, libertad en días de vacación, etc). Una rigidez excesiva en estos aspectos puede llevar a rupturas violentas o a la aparición de comportamientos que enrarecen la vida familiar.
Nuevo reparto de roles
Se deriva de la organización que hay que implantar en la familia para que funcione adecuadamente. Es una variable de la que dependerá el buen funcionamiento de la dinámica familiar. Lo importante es que cada hijo tenga unas tareas y responsabilidades personales de cara al futuro de su crecimiento.
Redefinición de los límites
Está considerada como una de las características fundamentales de la familia sana o funcional. Implica una clara delimitación de las fronteras en que ha de moverse cada miembro de la familia y cada subsistema (parental, filial,...) para contribuir a una doble finalidad: la maduración de los sujetos y la operatividad de cada subsistema dentro del sistema familiar global.
Juegos y luchas por el poder
Conforme avanzan los miembros en edad reclaman mayor ámbito de influencia y presión. Esto origina poderes que luchan entre sí. No es una señal de mal funcionamiento familiar. El peligro reside en que la lucha que origina desencadene tensiones que provoquen un estrés familiar excesivo o un deterioro de otros niveles de interacción.
Desafío y ruptura de mitos
El mantenimiento de mitos es un mecanismo de defensa que ponen en juego todos los grupos humanos. En la familia sucede lo mismo. El hijo que crece, y como una manifestación sana de su independencia y autonomía, tratará de romper los mitos existentes. Es una buena oportunidad para revisarlos y cambiarlos a fin de que en ningún momento lleven consigo una paralización del desarrollo por querer mantener el pasado que representan.
Recambio de rituales
Muchas familias se angustian ante la necesidad de modificar algunas de sus costumbres encarnadas en rituales que se mantienen a toda costa. Lo importante es elaborar entre todos nuevos modos de funcionar, eliminando lo que paralice e incorporando nuevos resortes que introduzcan elementos creativos en los que todos se vean comprometidos.
Revisión de las fidelidades adquiridas y creación de otras nuevas
La familia actual está aún demasiado anclada en fidelidades y lealtades ocultas con las que no se atreve a enfrentarse. Ser fiel a un pasado familiar, a un padre o una madre adornado de ciertas cualidades, puede ser positivo. Lo que hay que cuidar es que tales fidelidades sean el fruto de una elaboración cuidada en la que se conserve lo que dé consistencia a las personas y al grupo familiar y se introduzcan cambios que mejoren la permanente evolución.
Nuevo enfoque de la cohesión familiar
Algunas familias mantienen una aparente “unidad” cuando sólo logran mantener juntos a los miembros que la integran. La cohesión familiar ha de ser el fruto de un trabajo en el que todos pongan de su parte una voluntad de colaborar, apoyar, respaldar... La cohesión que anule a las personalidades es nociva y destructiva.
Rigidez defensiva ante el miedo y las amenazas
Se deriva de la urgente necesidad que tiene la familia de conservar lo que ha ido adquiriendo, tal vez, a través de los mensajes transmitidos durante muchas generaciones. Ese bagaje es un buen equipaje, pero no puede mantenerse de manera rígida. Hay que buscar medios de defenderse del miedo y las amenazas, pero yendo siempre más allá de lo que es una defensa rígida de lo conquistado.
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